domingo, 21 de diciembre de 2014

Érase una vez una chica tan frágil tan frágil que si le soplabas fuerte se rompía, solía llorar en su habitación con la luz apagada, bajito, para que nadie la escuchase. Temía lo que los demás dijesen de ella, y siempre iba con la cabeza gacha y la mirada clavada en el suelo. A pesar de ello a la gente le llamaba la atención hacerla sufrir, sobre todo verbalmente, se divertían dejándola de lado, pero eso a ella en realidad no le importaba, o fingía que no. Cuando terminó sus estudios en ese colegio y se libró de las personas que la hundían, comenzó a florecer, decidió cambiar completamente de vida, su cuerpo estaba empezando a metamorfosear, y ella no iba a quedarse atrás. Librándose de los lastres comenzó a ser ella misma, a vestir como quería y a escuchar su música sin importarle lo que la gente pensase o dijese de ella. Se empezaba a gustar, ya más segura de sí misma, empezó a salir, conocer gente, a vivir su vida.
Conoció a personas increíbles mostrándose como era realmente, personas que aún siguen a su lado hoy en día, personas que compartían sus gustos, aficiones y con las que se sentía cómoda. Pasaron muchas personas por su vida, sentimentalmente hablando, y cuando menos lo esperaba, de una patada en el culo, la sacaron del armario. Probó cosas distintas, distintos labios, hasta que un día sin buscarlo, llegó, llegó esa chica con sus gafas de sol y pelo rojizo.
Ella sigue siendo frágil, pero ahora es segura y decidida, sabe lo que quiere, y no dejará que la vuelvan a pisotear nunca más.


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