lunes, 27 de agosto de 2012

Saborear el tiempo.

Siempre me han dicho que soy una persona muy inquieta, nerviosa, intranquila. Recuerdo que cuando era pequeña, y abría un ojo en la cama los días de fiesta, salía disparada como si me lanzase un muelle gigante, con la sensación de que me estaba perdiendo algo, dispuesta a recuperar parte del tiempo que había perdido durmiendo, recuperar parte de la vida que se cocía ahí fuera sin yo formar parte de ella. Consumía sensaciones sin pausa, ansiaba experiencias nuevas continuamente, y solía aburrirme enseguida sin llegar nunca a sentirme satisfecha. Con los años he ido aprendiendo a bajar el ritmo, a ir más despacio, a concentrarme en lo que tenía entre manos, y pensar, con calma, lo que estaba pasando. Congelar un instante, parar el tiempo, saborear y reflexionar sobre lo que nos está ocurriendo, vivir el momento. Huir del estrés que nos marca un tiempo de infarto, dirigir la vista más allá cuando la situación nos desborda, plantar cara a los problemas cuando aparecen, y sobre todo, no perder la valentía ni la actitud si la situación nos supera. No es fácil, pero es natural. No estamos preparados para vivir en un estado de alerta constante, y ya nos rodean suficientes contradicciones en este mundo, como para sumarle una más... Solo, vive el momento.

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